
Web creada per:
uriartedesign
Web creada per: uriartedesign
No lo podía creer. Habrá sido en 1993, en París. El músico vasco Fermin Muguruza estaba de gira con su banda, Negu Gorriak. Su amigo Manu Chao le presentó a dos argentinos de ascendencia africana y aspecto rasta-punk; uno muy alto, el otro bajito, que en cuanto lo encararon se pusieron a saltar y a cantar a capela “Lehenbiziko Bala”, una de las canciones más conocidas del grupo de Muguruza, famoso por la postura combativa y las letras exclusivamente en euskera. Eran Fidel Nadal y Pablo Molina, de Todos Tus Muertos. “Yo no sabía nada de una comunidad negra en Argentina, solo había leído algo sobre la de Uruguay, pero aún no había visitado esos países. Y ahí estaban, los dos, cantando ‘Lehenbiziko Bala’ en euskera, perfectamente. Quedé shockeado y terminé abrazado y saltando con ellos. Ahí me dije: ‘¿Pero qué es esto?’”.
El artista multimedia, nacido en Irún en 1963, recuerda bien ese momento en el que tomó real conciencia de la repercusión de su música en Sudamérica, y en Argentina en particular, aun en tiempos preInternet, prestreaming y a fuerza de boca-en-boca, lo cual de por sí es insólito, ya que con su grupo sólo cantaba en vasco. Entonces, llevaba “apenas” ocho años de ruta musical, aunque ya había grabado media docena de discos entre su primer grupo, Kortatu, y Negu Gorriak, dos proyectos formados junto a su hermano Iñigo, distintos, pero con varios rasgos comunes: alto contenido político, diversidad de estilos, hiperactivismo y militancia abertzale (nacionalismo vasco), con el estandarte rojo, verde y blanco en alto.
Aquella revelación derivó en colaboraciones transoceánicas, reiterados viajes a la Argentina (el primero, con un mítico concierto de Negu Gorriak en Cemento, 1994) y la formación de una especie de Internacional de rock insurgente, mestizo y muy influyente, que supo vincular a Muguruza con TTM, Los Fabulosos Cadillacs, Mano Negra, Tijuana No! y otros músicos latinoamericanos.
Aquellos intensos ocho años se transformaron en 40. Y es precisamente eso lo que Fermin celebra por estos días con una gira que lo traerá el 24 de este mes a C Art Media de Buenos Aires (entradas acá), entre otras paradas latinoamericanas. El concierto, en el que intentará sintetizar cuatro décadas de música, es presentado, en inequívoca dialéctica Muguruza, con la arenga “Hachas vascas contra la motosierra”.
Es difícil compactar tanta producción en un show… o en una nota. Tras la disolución de Negu Gorriak, a fines de los noventa, Fermin emprendió una carrera solista, que en verdad fue una sucesión de proyectos con distintos socios: grabaciones hardcore junto a sus compatriotas de Dut; el disco Brigadistak Sound System, con distintas bandas (de TTM a Fishbone y Amparanoia), Dub Manifest, la Fermin Muguruza Kontrabanda, Euskal Herria Jamaika Clash (álbum grabado en Jamaica) y Nola? Irun meets New Orleans (registrado en Nueva Orleans). En paralelo, el cantante experimentó con otros lenguajes, desde el cómic hasta la música para teatro infantil, el cine documental y el de animación.
La muerte de Iñigo, su hermano y gran apoyo creativo, en 2019, fue quizás el golpe más fuerte en su trayectoria. En una charla con ROLLING STONE como anticipo de su próximo viaje, Fermin define aquella pérdida como “la devastación personal”. “Iñigo me había acompañado con Kortatu y Negu Gorriak y también en todos mis proyectos, a veces en vivo, a veces con colaboraciones puntuales. Cuando murió, entré en una de las fases más difíciles. Y el duelo fue aún más duro porque a los seis meses llegan la pandemia y el confinamiento”.
Otra vez, al mejor estilo Muguruza, el medio para atravesar ese dolor fue el trabajo. Fermin transitó la cuarentena produciendo Black Is Beltza 2, la película de animación en la que, entre otras cosas, recrea los 80, los años de Kortatu, y en la que se materializa una imaginaria conversación con Iñigo. “Fue una manera muy emotiva de intentar superar todo ese vacío, todo ese dolor que llevo dentro”, dice. “Y cuando hago la presentación, mucha gente empieza a decir: ‘Oye, llegamos al 2024 y se cumplen 40 años del comienzo de Kortatu, tendrías que hacer algo, una fiesta, una celebración’. Pues ahí empiezo a darle vueltas, aunque no estaba muy animado, me había separado mucho del escenario y nunca me motivó nada esa idea de los revivals. Por supuesto, Kortatu fue un capítulo muy importante; pero Negu Gorriak y los discos posteriores también lo eran. Entonces pensé que lo más bonito sería hacer un recorrido de toda mi vida”.
Aun así, Fermin no estaba del todo decidido. Fue la política la que, otra vez, terminó de empujarlo a la acción. “Empieza a haber una serie de procesos de censura contra mi persona, que en realidad nunca han parado, por parte del Estado español. En un instituto público de Valencia hacen un mural en una pared. Dibujan mi retrato y distintas frases de mis canciones. Un mural precioso. Fui a inaugurarlo, incluso, y a los seis meses acusan a la directora y al consejo directivo de apología del terrorismo. Una nueva criminalización, ya no solamente contra mi persona, sino contra la gente que intenta reconocer el trabajo que he hecho. Para mí esto es muy violento y, por supuesto, les doy mi solidaridad”.
Ocurre algo más. La actriz Itziar Ituño, conocida por su papel como Raquel Murillo en La casa de papel, sube a recibir un premio y se lo dedica a Fermin (“un compañero, víctima de un ataque”) y canta “Sarri Sarri”, de los temas más recordados del primer LP de Kortatu, editado en 1985. La canción, un ska festivo, está basada en el oldie jamaiquino “Chatty Chatty”, de Toots and the Maytals, pero con una nueva letra en euskera, que relata la fuga de los etarras Iñaki Pikabea y Joseba “Sarri” Sarrionandia de la prisión de Martutene ese mismo año.
“Ahí la atacan a ella por apoyarme, como que también es una proterrorista. Y entonces, pues, decido que tengo que responder, tengo que hacer algo por el 40° aniversario y celebrar que seguimos vivos, que seguimos resistiendo y que no nos van a callar. El 20 de abril del año pasado, que es mi cumpleaños, digo: ‘Cumplo 61 y seguimos adelante’, y anuncio un concierto en Bilbao. ¿Qué ocurre? Inmediatamente se agotan las 8.000 entradas. Convocamos a un siguiente concierto y se vende más rápido todavía”. De ahí a planificar presentaciones en distintas ciudades de España, Europa y Latinoamérica hubo apenas un paso y varios llamados a productores locales amigos, con los que Muguruza autogestiona sus tours hace años.
Para un tipo tan lleno de energía, pasión e inquietud artística, sorprende un poco que piense este tour como un adiós. Pero así es. “Yo quiero despedirme de mi público con esta gira. Y lo quiero hacer precisamente de esta manera: con una gran banda e intentando reunir a toda la gente que he ido conociendo en todos estos años. Hay que hacer una despedida potente, ¿no? Luego, por supuesto, seguiré viajando, pero tiene que ser en otros formatos”.
Impresiona que Fermin haya alcanzado semejante proyección internacional cantando en vasco (salvo por los primerísimos movimientos de Kortatu y alguna excepción posterior), un idioma perseguido por mucho tiempo en España y extraño para el resto del mundo. Es importante recordar que los propios hermanos Muguruza debieron proponerse estudiarlo a mediados de los ochenta, lo suficiente ya no solo para hablarlo sino para componer canciones.
“Teníamos cero conocimiento del idioma a nivel familiar. En 1963, cuando nací yo, la represión era brutal y el euskera estaba completamente prohibido –aclara Fermin–. Encima, la zona de Irún, donde yo nazco, es industrial y fronteriza, por lo que el régimen de Franco temía siempre que llegara por allí ayuda desde Francia. Tenía tanto miedo ese fascista, que incluso cambió el ancho de las vías del tren, para que no se pudiera llegar directamente de Francia. Imagínate, creían que podrían entrar los revolucionarios en el ferrocarril al estilo de Pancho Villa. En la Segunda Guerra Mundial, el Estado fascista de Franco apoya a los nazis y a Mussolini en Italia, porque a su vez ellos lo habían apoyado durante la Guerra Civil. Hitler, con su Legión Cóndor, por indicaciones de Franco, bombardea nuestra villa sagrada, la villa emblemática para todos los vascos: Guernica”.
El uso del vasco en el rock tuvo efectos más profundos que los de una estrategia de la industria musical. “Mis padres hablaban vasco, pero son hijos de la guerra, que tuvieron que marcharse, refugiados. Y cuando vuelven al País Vasco, están aterrorizados por ese fascismo que no duda en ningún momento en torturar a cualquier persona a la que escuchen hablar euskera, con lo cual, a nosotros, los hijos, no nos llega absolutamente nada. Pero ocurre que ahora mis hijos aprenden euskera en la escuela pública y entonces se empiezan a comunicar con mis padres, sus abuelos, en euskera. Mis padres prácticamente lo habían perdido, pero podían chapurrear algo todavía y de manera natural lo recuperan. Por eso te digo, nosotros vencemos a ese fascismo. Y volvemos a unir esa cadena, que se había roto, a través de la siguiente generación. Conseguimos recuperar la lengua. No podíamos permitir que el fascismo tuviera una victoria como la de aniquilar nuestra seña de identidad más grande”.
Por el uso del idioma y su perfil político sin eufemismos, Kortatu quedó a la vanguardia de una escena ecléctica llamada Rock Radical Vasco, junto con bandas como La Polla Records, Eskorbuto y Cicatriz, prominentemente punk, pero también con emergentes metaleros, ska y folk-rock. Por supuesto, los hermanos Muguruza renegaban del sello. “Nosotros nos sentíamos muy incómodos. No queríamos ninguna etiqueta. Es verdad que cuando salió esta etiqueta era porque se quería hacer frente a otra escena más hedonista, que aceptaba la transición política en España. Pero nosotros veíamos en esa transacción una ley de punto final sin ningún tipo de juicio por los crímenes del fascismo y la dictadura militar. Seguían allí los mismos policías asesinos y torturadores, los mismos jueces que estaban a cargo durante el franquismo, los mismos políticos y el mismo poder económico. Y eso lo denunciábamos nosotros porque encima veníamos de País Vasco y teníamos una represión brutal con lo que denominó Plan Zona Especial Norte. Absolutamente todos los jóvenes vascos éramos sospechosos. Por eso hicimos aquella canción de Kortatu llamada ‘Sospechoso’”.
Hoy, sin embargo, Fermin ya no ve tan mal lo del Rock Radical Vasco: “¿Sabes una cosa? Que al final nosotros detestábamos esa etiqueta, pero, a la distancia, tenemos que tener una manera de llamar a todo aquello, que no fue solamente un movimiento musical, sino que pertenecía a otro movimiento político-social de rebeldía, que se encargó de ocupar locales autónomos denominados gaztetxes, esas casas de los jóvenes donde nosotros tocábamos, donde había radios libres y donde hacíamos fanzines y asambleas, en las que también participábamos. A todo eso, ¿le podemos denominar rock radical vasco? Pues claro que sí: hacíamos rock, éramos radicales y éramos vascos. Y ahora seguimos haciendo rock, seguimos siendo radicales y seguimos siendo vascos”.
Web creada per:
uriartedesign
Web creada per: uriartedesign
Hemos actualizado nuestra política de privacidad para la nueva legislación de protección de datos y nuestro compromiso con la transparencia. No hemos cambiado la forma en que usamos y compartimos sus datos, pero creemos que necesita saber qué datos recopilamos de usted, cómo los tratamos y qué opciones y control tiene. Configurar cookiesRECHAZAR COOKIES ACEPTAR TODO